LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Esta otra maternidad también es una aventura apasionante a la que todas somos llamadas

Todos sabemos perfectamente qué es una madre. No todos hemos tenido hijos, pero absolutamente todos hemos tenido madre, la hayamos podido conocer o no. Una madre es una mujer que ha concebido o ha parido uno o más hijos, según nos dice el Diccionario de la Lengua Española en una de sus acepciones; esta definición no alude más que al hecho biológico por el que una mujer se convierte en madre. Sin embargo, hay otra acepción que va un poco más allá: “Mujer con cualidades atribuidas a una madre, especialmente su carácter protector y afectivo”. Quienes hemos tenido el privilegio de tener una madre con esas cualidades (y muchas más) sabemos perfectamente que la primera definición se queda tremendamente corta para nuestra madre. No voy a hablar de mi madre, que fue (o mejor dicho es, porque ahora está gozando plenamente en la presencia de su amado Señor) una de esas madres, protectora, afectiva, tierna, sacrificada, cariñosa, amable y amante, trabajadora… una mujer de Proverbios 31. No, no voy a hablar más de ella… Voy a hablar de la maternidad.

No tengo hijos, así que no puedo hablar de la maternidad biológica, porque no la he experimentado. Quiero hablar de esos otros hijos que el Señor nos confía y de los que somos responsables. Una maternidad similar a la paternidad del apóstol Pablo con relación a Timoteo, “su verdadero hijo en la fe” (1 Tm. 1:2).

¿Qué hace que yo, como “madre espiritual” de alguien, llegue a tener esas cualidades y ese carácter protector y afectivo? ¿Cómo puedes tú cuidar de aquellos que se te han confiado, para que crezcan sanos y fuertes hasta que lleguen, a su vez, a cuidar a otros?

La maternidad tiene mucho que ver con la alimentación. Alimentar es aportar a la persona lo necesario para mantenerse en vida. Si Dios te ha confiado el cuidado de alguien, es importante que te intereses especialmente por su alimentación espiritual. Es difícil conseguir el hábito diario del encuentro con Dios en la vida personal; si ayudas a “tu hijo” a construir ese sano hábito, le habrás dado una de las enseñanzas más importantes de toda su vida. Quizá sea necesario que, para empezar, lo hagáis juntos, pero luego hay que empujarle a hacerlo por su cuenta, cada día, de manera consistente. Puedes aportarle herramientas, ideas creativas, buenos libros… Enseñarle a “cocinarse” buenos y variados platos espirituales que le ayuden a crecer sano y fuerte. La dinámica personal del devocional diario, como encuentro íntimo con Dios, es imprescindible para madurar como hijo de Dios.

Por otro lado, la buena madre es la que instruye a sus niños. Educar, dirigir, encaminar… constantemente. Tu propia vida va a ser en muchas ocasiones el mejor instrumento de instrucción. Es tan bueno ver a tu madre espiritual manos a la obra, ¿verdad? Hay cosas que he visto en mis mayores, que siguen grabadas en mi forma de actuar. Deja que esa persona que estás cuidando esté cerca de ti, que te vea servir, que te vea hablar, que te vea lidiar con dificultades y con alegrías. Comparte lo que el Señor te ha enseñado con los años, muéstrale cómo vives tu vida cristiana en el día a día. La verdad es que saber que alguien me observa, me ha hecho evitar comportamientos no del todo apropiados, y eso me ha beneficiado a mí en primer lugar. Ten en cuenta que tus opiniones y consejos tendrán mucho peso para ella, mide tus palabras y pide a Dios que hable a través de ti. Seguramente cuando esa persona vuele sola, seguirá buscándote para compartir su vida y escuchar tus opiniones. Una madre lo es toda la vida; una madre espiritual, también.

Una buena madre cree en sus hijos. Creer en alguien es tener confianza en esa persona. Esta característica está muy relacionada con el amor que, según 1 Corintios 13, “todo lo cree”. Esa persona que Dios te ha confiado va a esperar de ti que jamás pierdas la fe en ella, que confíes en la obra de Dios en su vida; no de manera absurda, sino sabiendo que Dios es el Gran Alfarero y estando convencida de que “el que comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo” (Fil. 1:6). ¿Has sentido alguna vez sobre ti la fría mirada de alguien que da por sentado que no serás capaz? Creo que no hay nada más incapacitante. Si Dios te ha confiado a uno de “esos pequeños que creen en Él”, cuida mucho de no hacerles caer, ya sabes qué piensa Jesús de esas personas, ¿verdad? Sería mejor arrojarse al mar con una piedra de molino al cuello (Lc. 17:2).

La madre está disponible. No hay más remedio que quitar los impedimentos para servir a la persona que Dios te ha confiado. Una madre es madre 24/7. Salvando las distancias obvias con una madre biológica, acompañar a una persona en su crecimiento espiritual va a demandar tu disponibilidad a tiempo y fuera de tiempo. Es vital que imitemos al Maestro que siempre estaba ahí, aprovechando cada oportunidad, cuidando de los suyos. Si aceptas el reto, tienes que estar dispuesta a estar dispuesta, aquí no valen las medias tintas. A veces tendrás que correr a llorar con ellos, otras veces disfrutarás de sus alegrías… lo importante es que estés.

Una madre no es una buena madre si no es capaz de disciplinar. Esta parte de la maternidad es una de las más desagradables, en mi opinión. Sin embargo, tienes que estar dispuesta a confrontar, mostrar el pecado, llamar al orden… cuando sea necesario. Eso sí, este derecho de intromisión hay que “ganárselo” con todo lo anterior. Hay pocas cosas que molesten más que una persona que solo se dirija a ti para llamarte la atención. Como dice la conocida frase de San Agustín, “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor”.

Por último, la madre tiene que dejar volar. El procesollega a suclímax cuando la persona puede caminar sola, sin necesidad de apoyo permanente, con capacidad de acompañar a otros. Entonces sabremos que hemos hecho un buen trabajo.

Esta otra maternidad también es una aventura apasionante a la que todas somos llamadas. ¡¡Que Dios te haga una bendición para otros!!

Trini Bernal

Caminemos Juntas
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.