LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Entender, recordar, confiar…

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Entender y recordar la obra de Dios en tu vida, es parte del alimento de tu fe

La confianza, ¡qué importante es la confianza en el día a día! Según el diccionario, la confianza tiene que ver con la “esperanza firme que se tiene de alguien o de algo”. Otra acepción de la misma palabra nos induce a pensar en el “ánimo, aliento o vigor para obrar”; ¡qué interesante!, ¿verdad? Mezclar ambas acepciones me lleva a pensar que esa esperanza firme puede constituir la base del ánimo y del aliento para actuar con determinación. De hecho, no puedo evitar pensar en la fe, esa fe que, según Hebreos 11:1, “es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Es por la fe que podemos actuar con determinación y seguridad. La fe, la confianza en nuestro Dios, es la clave para dejar de vivir de manera miserable y empezar a alzar el vuelo sobre las montañas y los valles de nuestra vida. Sin embargo, no siempre está tan presente como creemos… y entonces dudamos y sufrimos.

¿Recuerdas un pasaje de Mateo en que el Señor Jesús reprocha a sus discípulos su “poca fe”? Me refiero al texto de Mateo 16:8. El Maestro está queriendo hablar a los Suyos sobre la importancia de alejarse de la superficialidad y la banalidad de los fariseos y saduceos en su religiosidad, de la importancia de llegar al fondo del mensaje de Dios sin perderse en detalles sin importancia, y los discípulos confunden el significado de las palabras de Jesús y empiezan a “discutir entre sí, diciendo: Lo dice porque no tomamos pan”. Pensaban aquellos seguidores del Maestro que, al hablar de la “levadura de los fariseos y saduceos”, en realidad Jesús estaba lanzándoles indirectas y recriminándoles que no hubieran traído consigo comida, con lo cual pasarían hambre ese día. Es en este momento cuando Él tiene que decirles: “¡Hombres de poca fe!” ¿Por qué aquel grupo de hombres que tanto había visto y experimentado de primera mano con el Maestro seguían siendo “hombres de poca fe”? ¿Cómo era posible? ¡¡Qué gran decepción!!

Entiendo que Jesús explica a continuación la razón por la que la fe de aquellos hombres aún no había crecido (lo haría, y mucho, un poco después). El Maestro les dice: “¿Todavía no entendéis ni recordáis los cinco panes de los cinco mil, y cuántas cestas recogisteis? ¿Ni los siete panes de los cuatro mil, y cuántas canastas recogisteis?” (Mateo 16:9-10). Los discípulos no habían acabado de entender la intervención soberana de Jesús en aquellos acontecimientos, relacionados precisamente con la comida, que habían presenciado en primera fila. Y, no sólo no entendieron, sino que obviamente no recordaban que Jesús no necesitaba de ellos para alimentar a quien fuera necesario. La falta de entendimiento y de memoria dieron como resultado una fe pobre a la hora de la verdad.

Y la hora de la verdad llega a nuestras vidas cada dos por tres; así, sin avisar, de repente, nos vemos ante la disyuntiva: Confiar o desconfiar, temer, dudar; tener fe o cuestionar, desesperar, abandonar… ¿Cómo es tu fe en el momento trascendente? ¿Escuchas la voz del Maestro otra vez diciendo: “¡Qué poca es tu fe!”? ¿Qué puedo hacer para alimentar mi fe cada día de manera que, llegado el momento, sea posible que yo tenga aliento y ánimo para actuar, para vivir, con determinación, convencida de “lo que no veo, de lo que espero”?

Dos ingredientes son imprescindibles, a mi entender, para el fortalecimiento de la fe:
Entender: Tener idea clara de la intervención de Dios en tu vida; saber a la perfección que Dios está y estará siempre. Observar mi vida diaria para ver Su mano en cada detalle y saber perfectamente que Él estuvo, está y estará al control SIEMPRE.
Recordar: Tener en la mente algo que ha ocurrido en el pasado. Diría más, tener esas cosas que han ocurrido, registradas en papel, no sólo en la memoria. Recordar es importante, tener memoria de la actuación de Dios en los momentos importantes de tu vida… y en los momentos menos importantes, también. Una vez que has entendido que Dios ha intervenido otra vez, haz lo que sea necesario para no olvidarlo nunca. Entender y recordar la obra de Dios en tu vida, es parte del alimento de tu fe.

Y no es algo automático que ocurrirá solo. Tenemos que esforzarnos. Haz lo necesario, busca tus estrategias personales, para que cada experiencia con Dios se convierta en un nuevo peldaño en tu vida, en un “estirón” más de tu fe que crece cada día para poder confiar plenamente en el Dios soberano, absolutamente digno de confianza, la próxima vez que estés ante “la hora de la verdad”.

Trini Bernal