La vida terrenal de Jesucristo comenzó y terminó con un milagro
Nuestra fe se apoya en el nacimiento virginal de nuestro amado Salvador. En el primer bosquejo encontrarás referencias bíblicas y pensamientos sobre este tema tan importante para todo creyente. El segundo bosquejo nos lleva al comienzo del ministerio de nuestro Señor.
Primer Bosquejo: “¿Importa el nacimiento virginal de Cristo?” Lectura: Hebreos 10:5
Introducción: La vida terrenal de Jesucristo comenzó y terminó con un milagro: por una parte, el nacimiento virginal y, por otra, Su ascensión. En ciertos círculos se ha puesto de moda cuestionar el primero de estos eventos sobrenaturales.Sin embargo, resulta fundamental para la fe cristiana, pues de otro modo Su nacimiento hubiera sido como el de cualquier otro ser humano, y habría heredado una naturaleza de pecado. Asimismo, negar ese nacimiento milagroso equivaldría a negar su preexistencia, la santidad de Su naturaleza, y a robar a la humanidad de su único Salvador. Por eso, conscientes de su valor, hace falta examinar esta doctrina tan importante.
1. Aclaraciones previas que debemos hacer. Esta doctrina no tiene nada que ver con el dogma de la ‘inmaculada concepción’ de la Virgen María, promulgada por el Papa en 1854, ni tampoco con su enseñanza de que María permaneció virgen el resto de su vida, lo que claramente se rebate al leer Mt.1:25 y Mr.6:3. María, aunque mujer piadosa, humilde y ejemplar en su fe, que fue escogida por Dios para esta extraordinaria misión, nunca dejó de ser una mujer nacida en pecado, como todas nosotras.
También es necesario aclarar que la concepción virginal, por la intervención del Espíritu Santo (Lc.1:35), fue seguida de un desarrollo y nacimiento normales. Por eso sería más correcto referirse a este acontecimiento trascendental como “concepción virginal”, pero emplearemos el término tradicional.
2. La autoridad de las Escrituras está en juego si negamos esta doctrina, pues son ellas las que la avalan. Ya la primera profecía mesiánica de Gn.3:15 preveía el nacimiento virginal, al hablar de la simiente de la mujer, en vez de la del hombre. Luego, el profeta Isaías lo avalaría con palabras que no admiten discusión en Is.7:14. Al llegar al Nuevo Testamento, no puede haber duda en cuanto a lo que Mt.1:18-25 y Lc.2:34,35 declaran.
3. La deidad de Cristo también exige un nacimiento virginal. Leed de nuevo Lc.1:35. Notad las importantes palabras allí: “por lo cual”. Porque era Dios y santo debía nacer de una virgen. Una concepción común hubiera deparado un ser humano como cualquier otro. Sin ese nacimiento milagroso no podría haber habido una encarnación, o sea, Dios viniendo en carne -1Tm.3:16.
4. El carácter inmaculado de Jesucristo, asimismo, demanda un nacimiento virginal. En Juan 3:6 dice explícitamente que “lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Cualquier ser humano corriente nace en el pecado, pero Jesús no era un hombre común y Su nacimiento no había sido precedido de una concepción común, sino de la intervención directa del Espíritu Santo.
5. Nuestra salvación depende del nacimiento virginal del Señor, pues sólo así Jesús podría ser tanto Dios como hombre. El que habría de redimirnos debía ser sin pecado, para que así pudiera cargar con nuestra culpa y pecado y morir en nuestro lugar como nuestro substituto. Ver 2Co.5:21.
6. El propósito de Su venida hacía necesario Su nacimiento virginal, especialmente cuando comprendemos que la razón básica para el pesebre de Belén fue la cruz del Calvario. Así lo señaló el mismo Señor en repetidas ocasiones -ver Mt.20:28 y Mr.10:45. Por eso el cuerpo de Jesús fue preparado por Dios mismo para que pudiese llegar a ser la ofrenda por el pecado, como nos muestra He.10:5. El apóstol Pablo corrobora esto al mostrar en Gá.4:4,5 que “cuando vino el cumplimiento del tiempo” establecido por Dios en Su propósito eterno, “envió a Su Hijo, nacido de mujer” con el fin de que “redimiese a los que estaban bajo la ley”.
Demos, pues, gracias a Dios de nuevo por el milagro de Belén, porque de otro modo no podríamos hoy disfrutar de la salvación y de todas las demás bendiciones que nos han venido a través de Aquel que nació allí en esa primera Navidad.
Segundo Bosquejo: “Un milagro con lecciones extraordinarias” Lectura: Juan 2:1-11.
Introducción: En los Evangelios se registran 35 milagros del Señor. En Jn.20:30,31 se nos indica para qué fueron hechos; como revelación de cómo es y cómo obra el Señor. Esto se destaca precisamente en Jn.2:11. Al estudiar este milagro veremos, pues, algo de la gloria del Señor. Esa gloria no comenzó allí en Caná, por supuesto (ver Jn.1:14; 17:5). Además, esa gloria nos ha sido transmitida a nosotras también según Jn.17:22, y debe manifestarse en nuestras vidas.
Aquí vemos Su gloria en:
1. Su condescendencia asombrosa. ¿Dónde llevó a cabo Su primer milagro? No en Jerusalén ante una compañía de gente destacada, sino en una humilde aldea a pocos kilómetros de Nazaret y lejos de cualquier pueblo o ciudad importante. Esto se debía a que no buscaba el honor de los hombres -Jn.5:41. ¿Compartimos nosotras ese aspecto de la gloria del Señor, que actuaba con toda humildad? Ver Mt.5:5; 11:29; 20:28.
2. Su perfecta humanidad – Jn.2:2, manifestada al aceptar la invitación a esta boda. Él no era ningún ermitaño o asceta. Él vino para aumentar nuestros goces, y no para reducirlos. Tengamos cuidado de no llenar nuestro concepto de la vida cristiana con una serie de negaciones, siempre describiendo al creyente como alguien que no hace esto o lo otro. Esto coloca el énfasis donde no corresponde. Como creyentes tenemos una contribución social que hacer, y nuestro Señor con Su presencia, Sus oraciones y Su conversación, contribuyó muy positivamente a esa boda.
3. Su completa dependencia en Su Padre – vs.4. “Aún no ha venido mi hora…” ¿Qué quiso decir con eso? Que Su vida entera se regía por un Plan Divino que culminaría con la Cruz. Esto nos muestra, pues, que el Señor era totalmente dependiente de Su Padre para todo lo que hacía y decía. Como Hijo del Hombre, jamás actuó en forma independiente -Jn.6:38. Nosotras, en cambio, con frecuencia actuamos independientemente, siguiendo nuestro propio camino y tomando decisiones propias. Deberíamos depender de nuestro Padre celestial para la sabiduría, guía, y todo lo que necesitamos para vivir una vida que glorifique a Dios.
4. La infalibilidad de Su juicio. Es interesante observar lo que María dijo en el vs. 5. Ella les indicó que obedecieran… porque lo que Él dijera sería correcto. Ninguna otra madre ha podido reclamar eso para su hijo sin errar. Como el perfecto Dios-hombre, nuestro Señor jamás se equivocó -Jn.5:30. ¿Podemos nosotras compartir este aspecto de Su gloria? Sí, en la medida que buscamos Su sabiduría -Stg.1:5- y no confiamos en nuestro propio juicio falible.
5. Su empatía, que vemos aun en Su preocupación por el problema que había surgido en la fiesta de bodas. Sí, Él se interesa no sólo por nuestros problemas graves -He.4:15, sino también por los pequeños detalles, tengan que ver con el hogar, el trabajo, nuestra propia vida o la de nuestros seres queridos y amigos. Debemos tener esa empatía Suya con los demás.
6. Su poder manifiesto -vs.7,8. Actuó con toda sencillez, simplemente habló y se produjo el milagro. Su poder sigue siendo el mismo, y aun ahora convierte el agua en vino, agregando color, sentido y valor a nuestras vidas. ¿Podemos compartir este aspecto de Su gloria? Sí, según Jn.14:12, como se comprobó en Pentecostés -Hch.2:36-41.
7. Su servicio fructífero. El resultado impactante del milagro se indica en el vs. 11. En nuestro caso, la gloria del Señor se manifestará cuando otros, al ver el cambio en nuestras vidas, crean en Él.