LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Apuntes para la vida: Enséñanos de tal modo a contar nuestros días

Print Friendly, PDF & Email

Una necesidad imperiosa: pedirle a Dios que escudriñe nuestro corazón

Primer Bosquejo: 

«ENSÉÑANOS DE TAL MODO A CONTAR NUESTROS DÍAS» – Lectura: Salmos 90:12

Introducción: Celebramos cada año nuevo, pero a menudo ignoramos el albor de cada nuevo día. Sin embargo, sólo un día por vez queda por delante. Por eso nos extraña que al final de una vida tan fructífera, Moisés nos dejara como lección esta verdad.  ¿A qué se debe que debamos aprender a contar nuestros días y no nuestros años? Es debido a:

I. La singularidad de cada día. En los calendarios hay días que se destacan de los demás por tratarse de domingos o festivos. Así también, en cada calendario individual hay días especiales que se distinguen de los ordinarios, registrando ya una gran alegría, o tal vez una gran tristeza. Pero no sólo los días notables deben ser memorables, pues también los ordinarios pueden serlo. Si bien cada día tiene su propia existencia, es también un eslabón en una cadena. Hereda un legado del día de ayer y deja uno para el de mañana – Sal. 118:24.

II. La satisfacción de cada día. En vista de lo anterior, ¿no deberíamos saludar cada nuevo día?

a. Con gratitud. Al despertar, habitualmente sentimos nuevo vigor. Nos hemos acostado fatigados mental y corporalmente, para luego despertar y encontrar que tenemos fuerzas renovadas para afrontar los retos de ese nuevo día – Sal. 90:14; 145:2; Is. 40:29-31.

Significa también otra oportunidad de completar o reparar el pasado. Si bien ayer nos estremecíamos ante una dificultad, o cedimos a la tentación, hoy se nos ofrece la oportunidad de desplegar un espíritu firme y resuelto. Dios puede enseñarnos algo nuevo. 

b. Con expectativa. La rutina de hoy puede ser similar a la de ayer pero, con todo, siempre hay algo diferente. Nos puede pasar lo de Jacob (Gn. 32:1), y cualquier día puede traernos algún mensajero de Dios en la forma de una persona, una experiencia enriquecedora, una oportunidad de servicio, o una ocasión para testificar. Por ejemplo, Ana tenía una expectativa, Dios no la defraudó y la usó como testigo – Lc. 2:38.

c. Con esperanza y confianza en Dios. Si bien es cierto lo que dijera Salomón en Pr. 27:1, Dios sí lo sabe y también está al tanto de qué cosas hemos de necesitar. Podemos decir del pasado «Ebenezer» (1 S. 7:12) y, como Dios no cambia (He. 13:8), podemos estar seguras de que lo hará hoy, y también mañana – Sal. 84:5-7.

III. La suficiencia de cada día. Una de las lecciones más importantes del Señor a Sus discípulos, fue la de concentrarse en cada día sin estar ansioso o preocupado por el mañana – Mt. 6:34. Aprendamos a vivir un día a la vez, ya que el Señor nos asegura:

IV. El sustento para cada día. Él nos enseñó a orar: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy». Hemos de aprender a vivir en dependencia diaria de Él. Él suplirá lo que necesitamos para este día. ¿Es demasiado pedir que nosotras confiemos en Él un día a la vez? – Sal. 37:18,19.

V. El sostén para cada día. En Dt. 33:25 vemos una promesa especial que Moisés le hizo al pueblo (Dt.11:12 y Sal. 23:6). Pero sólo encontraremos nuestras fuerzas en Él, pues como dice el Salmista: «Jehová es la fortaleza de mi vida» (Sal. 27:1). Para poder encontrar esas fuerzas debemos buscarle cada día, como se nos dice en Is. 58:2, y además velar a sus puertas cada día (Pr. 8:34), buscando Su sabiduría.

Al comienzo de un nuevo año, y de cada día, es importante que nosotras aprendamos esta lección divina de saber contar o valorar nuestros días en la forma más efectiva.

Segundo Bosquejo:

«UNA NECESIDAD IMPERIOSA» Lectura: Lamentaciones 3:22-40.

Introducción: El libro de Lamentaciones contiene las cinco lamentaciones de Jeremías, y por ende su lectura es algo melancólica y triste. Pero en el capítulo 3, especialmente en los versículos 23-26 y 31-33, el tono cambia, y encontramos un tesoro espiritual incalculable. Palabras tiernas, alentadoras, llenas de esperanza.  Y al llegar al versículo 40 nos encontramos un desafío a realizarnos un autoexamen, a estar a solas con el Señor y pedirle que escudriñe nuestro corazón (Sal. 139:23,24).

¿Hay necesidad de hacernos un autoexamen? Desde luego que sí. Debemos hacerlo en forma sistemática y en oración, porque de otro modo iremos acumulando pequeños pecados que pueden asimismo ir echando raíces.

I. Debemos examinar nuestras vidas – vs. 40.  Fijémonos en las palabras «escudriñemos nuestros caminos» y «volvámonos». No debemos examinar a otros, sino a nosotras mismas (1ª Co. 11:28; 2ª Co. 13:5), y aunque Dios nos escudriña, nosotras también debemos hacerlo para reconocer lo que está mal.

a. Debemos hacerlo regularmente:

1. Antes de ir a la mesa del Señor (1ª Co. 11:28-31).

2. En tiempos de prosperidad (Lc. 12:18-21), y de adversidad (Sal. 31:9-11,17).

3. Cuando somos conscientes de que estamos fallando en algo (Mt. 17:20-21).

4. Cuando nuestro servicio para el Señor parece no dar fruto (Gal. 6:9).

5. Al comienzo de un nuevo año, un Retiro Espiritual, etc.

b. Tenemos que hacerlo a fondo. Debemos «escudriñar» y «ver» nuestros caminos. ¿Cómo lo haremos? Estando a solas con Dios y pidiéndole que por Su Espíritu nos escudriñe y nos revele cualquier pecado, aun los más recónditos, aquellos que solamente Él puede ver – Sal. 139:23,24; 90:8.

c. Debemos hacerlo honestamente. Hay cuatro estimaciones de nuestra vida: la que tiene el mundo que nos rodea, la de nuestra familia, la de los creyentes, y la de Dios. Cada uno se ha formado un concepto de lo que somos. El objeto del autoanálisis es vernos a nosotras mismas como nos ve Dios, como realmente somos. Podemos esconder nuestros fracasos de los demás, pero no de Dios (comparar Jer. 23:24 y Stg. 6:7a).

II. Debemos reconocer nuestros fracasos. Fijémonos que dice «volvámonos a Jehová». Si necesitamos volver al Señor, es obvio que en algo nos hemos apartado de Él. Desde luego que resulta muy difícil, y se necesita mucha humildad para reconocer y confesar nuestros pecados y fracasos.

a. Pensemos lo que significó para Elías cuando estaba deprimido y pedía a Dios que le quitara la vida para salir de todo su problema – 1 R. 19:9-13 y 18.

b. Cuánto significó para Jonás después de su desobediencia y su terrible experiencia en el mar y dentro del gran pez – Jon. 2:1-7;10.

c. Para Isaías significó verse tal cual era y así darse cuenta de su pecado y confesarlo – Is. 6:1-8.

d. Cuánto significó para Pedro después de negar al Señor y ser el objeto de aquella mirada escudriñadora que le llevó a arrepentirse – Lc. 22:54-62.

Estos fueron algunos de los hombres de Dios que fueron llevados por distintas circunstancias a examinarse a sí mismos para reconocer y admitir sus fracasos, sus pecados, y confesarlos delante de Dios.

III. La seguridad con que contamos es la misma que tuvieron estos hombres.

a. Dios nos promete limpieza y perdón al confesar nuestro pecado – 1ª Jn. 2:1,2.

b. Nos asegura Su provisión de un Abogado cuando pecamos – 1 Jn. 2:1,2.

c. Nos ofrece completa restauración (santidad espiritual) – Jer. 3:22.

d. Sus brazos siempre están abiertos esperando que volvamos a Él – Jn. 6:37b.

El resultado de hacernos este autoexamen regularmente, a fondo y honestamente, nos revelará todo aquello que impide una perfecta comunión con Dios; por eso es una necesidad imperiosa.

Gloria Q. de Morris