LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Para ti amiga: Luz en la oscuridad

Vivir sin Cristo es vivir sin dirección, atrapadas en la oscuridad de la desesperanza…

Hace unos días pude reflexionar y meditar en una de las facetas más hermosas del Señor Jesús: Jesús como luz que alumbra, como faro que ilumina, como lámpara que nunca se apaga. La Biblia nos muestra dos fuentes de luz: Cristo mismo y la Palabra de Dios. Encontramos también en ella la historia del ciego Bartimeo, tal vez uno de los relatos más conmovedores sobre la fe y el poder transformador del encuentro con Cristo.

La historia deBartimeoaparece en el evangelio de S. Marcos 10:46-52, y si lo resumimos, dice lo siguiente: Jesús iba saliendo de Jericó, rumbo a Jerusalén, acompañado de una gran multitud. A la orilla del camino estaba Bartimeo, un mendigo ciego, hijo de Timeo. Al escuchar que era Jesús de Nazaret quien pasaba, comenzó a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”.Mucha gente lo reprendía para que se callara, pero él gritaba más fuerte. Jesús se detuvo y mandó llamarlo. Entonces Bartimeo, arrojando su manto, se levantó de un salto y vino a Jesús.El Señor le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Y Bartimeo respondió: “Maestro, que recobre la vista”. Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado”. Al instante recobró la vista ysiguió a Jesús en el camino.

Sabes, amiga, así como Bartimeo no podía ver físicamente, el ser humano sin Cristo está en tinieblas espirituales. La Biblia dice: “El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio” (2 Corintios 4:4). Vivir sin Dios es caminar a tientas, sin dirección y sin esperanza, y esa condición nos imposibilita en cuanto a muchas otras cosas.

¿Cuál era la condición real de Bartimeo? Ciego, pobre, mendigando al borde del camino.  Y esta también era nuestra condición, o tal vez lo es aún, si es que no hemos recibido a Cristo en nuestro corazón. Vivir sin Cristo es vivir sin dirección, atrapadas en la oscuridad del pecado y la desesperanza.

Me emociona trasladarme a ese momento preciso cuando este hombre toma la decisión de comenzar a gritar, y pienso… Este clamor de Bartimeo muestra el paso decisivo, el reconocimiento de su necesidad, y también su fe al acudir a Jesús. Ante la pregunta del Señor, Bartimeo no pidió riquezas, ni comodidad; pidió vista. Así también nosotros necesitamos pedirle al Señor que abra nuestros ojos espirituales.

Si lo anterior me emocionaba lo que sucede después me impacta de tal modo que sólo puedo postrarme ante el Señor y derramar mi corazón en gratitud. Frente a estos gritos, súplica y clamor, Jesús no pasó de largo; Él se detuvo, y hoy sigue deteniéndose ante el que clama de corazón: “Clama a mí, y yo te responderé” (Jeremías 33:3). Jesucristo tiene poder no sólo para dar vista física sino para abrir los ojos del alma para ver la verdad, la belleza y la salvación que solo Él ofrece.

El pecado, querida amiga, nos nubla la vista y no nos deja ver la gloria de Dios ni su propósito para nuestra vida. Te invito, hoy, a que le pidas al Señor que quite toda ceguera de tu vida: la del orgullo, el miedo, la duda o la indiferencia. Para que puedas ver con claridad quién es Cristo y seguirlo con decisión, como lo hizo Bartimeo. Amén.

Miriam M. Córdoba de Urquiza

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