LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Plantas de la Biblia: Una “zarza” para el llamado

No ser nosotros, sino Jesucristo en nosotros

No son latitudes ni hemisferios los que unen en similitud y significado a las plantas, sino, el motivo por el que son empleadas por el HACEDOR DIVINO, cuando dispone darnos una lección y mover nuestros cimientos espirituales desde la cabeza a los pies.

Zarzas trepadoras: de las florales como arbustivas o de las frutales como leñosas, crecen silenciosas, silvestres, sin mayor atractivo, formando con pocas variedades una familia particular por el ambiente que rodea a cada una.

En nuestro altiplano argentino crece la zarza con el nombre incásico de “churqui”, y cuyas espinas cardan, como también se transforman en verdaderas lanzaderas en la confección de la ropa nativa. El hombre, pastor de llamas y vicuñas, junta sus frutos secos para acompañar la cristiana alabanza a la hora de reunirse con sus hermanos en el nombre del Señor.

Otra especie temible y conmovedora por su naturaleza nos acerca un cuadro diferente. Con el nombre de “vinal” cunde en arbusto cerrado e infranqueable en nuestro Chaco, pero no fue impedimento para que salieran desde su hábitat, altos y rudos hombres en busca de la “gloriosa verdad”. Sus rostros mostraron huellas de las espinas, pero sus corazones fueron traspasados por la fuerza del evangelio.

 El Pentateuco nos relata “…y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y el miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía (…) lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí” (Éxodo 3:2-4). 

Conocidas con la característica de nilótica, esta zarza crece en la región del Sinaí entre el Nilo y el Rojo. Sequedad, rocas y arena como escenario, mas ella ardía a la hora del llamado.

Cuarenta años de desierto habían curtido el rostro del hombre que dependió de Dios, pero su corazón se abrió al llamado. El pueblo gemía en Egipto, ¿por qué seguir huyendo? Solo era una planta, pero Dios el INVENCIBLE, el PODEROSO, el SUPREMO, le hablaba desde ella. Moisés ya no podía hacer nada por su cuenta, solo seguir la fuerza del llamado y renunciar a él mismo.

Quizás sea esta nuestra situación hoy, cuando sentimos que el Señor nos ha dado dones que particularmente nos señalan. Pero nada tendría valor ni nos convertiría en triunfantes servidores a la causa del evangelio, si nuestra fe no está puesta totalmente en Él y rendidos acudimos sólo a su llamado.

No ser nosotros, sino Jesucristo en nosotros.

Mª Cristina Jamarlli

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