La clave para convivir con el éxito para la gloria de Dios es reconocer que el éxito profesional no es la finalidad de tu vida
El éxito es una palabra sin vértigo; se encuentra a gusto en las cumbres. Se sienta cómodamente entre mujeres impecablemente vestidas que dirigen multinacionales y mueven la economía. Paseándose libremente con un cóctel en la mano, saluda a profesores brillantes, políticos dinámicos y actores fascinantes.
Pero hoy va a coger el ascensor y bajar del rascacielos. Va a montar en metro y visitarte en tu barrio, porque el éxito profesional es algo que te pertenece a ti también, sea cual sea tu trabajo.
¿Qué es?
La definición de éxito profesional tiende a ser algo camaleónica: su valoración no sólo depende de tu tipo de trabajo, sino también de tus habilidades o intereses. Por ejemplo, una modista no define el éxito igual que un abogado, y esa definición puede variar incluso dentro de la misma profesión. El elemento en común, sin embargo, es la calidad, como dice Ana Isabel Zarzuelo, una informática madrileña: «El éxito profesional consiste en que tu trabajo sea valorado por los demás, porque está hecho bien, con calidad».
No tienes que llegar a la cúspide de la fama para experimentar el éxito profesional. Tu éxito en la vida como cristiana estriba en estar donde Dios quiere que estés, haciendo lo que Dios quiere que hagas. Es identificar la voluntad de Dios para tu vida y cumplirla. El éxito profesional para la cristiana, por lo tanto, es desarrollar los intereses y las capacidades que le ha dado Dios — al máximo y para Él. Esto lo puedes hacer tanto si trabajas en una panadería como si lo haces en el Ministerio de Justicia. Lo importante es que hayas identificado esas capacidades y estés en el trabajo adecuado para desarrollarlas al máximo en proyectos válidos.
Esto no lo hacemos por interés egoísta, sino porque sabemos quién es nuestro Jefe, como dice Brenda Delgado, una administradora de empresas en Managua: «Sé que al final Dios va a pedir cuentas de cuánto aporté a mi trabajo, a mi comunidad, y a mi familia…los hijos de Dios estamos llamados más fuertemente que los demás a ser los mejores, puesto que sabemos que debemos rendirle cuentas por lo que nos dio».
¿Es el éxito compatible con el cristianismo?
El éxito que se ha logrado mediante medios justos no sólo es compatible, sino que también sirve para glorificar a Dios. Glorificar a Dios es mostrar cómo es Él. Si queremos que los demás le vean a Él, debemos trabajar como Él: como, por ejemplo, creando productos que podamos llamar verdaderamente buenos, tal como Él declaró la creación en el principio.
Podemos, además, decir que el éxito es compatible con el ser cristiana porque casi siempre que se menciona la palabra «éxito» en la Biblia, el nombre de Dios se encuentra en el mismo párrafo: «Pero Jehová estuvo con José, y el hombre tuvo éxito» (Gn. 39:2); y «David tenía éxito en todos sus asuntos, pues Jehová estaba con él» (1 S. 18:14); etc. Sin embargo, hay que evitar dos conclusiones erróneas: que estar del lado de Dios produce el éxito de manera automática o que Dios es el autor de todo éxito profesional. Dios puede permitir tanto el éxito como el fracaso, como en el caso de Job, y también permite que triunfen los injustos: «Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos» (Sal. 73:3).
¡Cuidado!
El éxito profesional no se puede tratar de cualquier manera. Es poderoso. Puede construir o destruir tu vida, alabar o blasfemar a Dios, dependiendo de lo que hagas con él. La clave para convivir con el éxito para la gloria de Dios es reconocer que el éxito profesional no es la finalidad de tu vida, como dice Reyes Gualda, jefe de back-office en una empresa financiera en Barcelona: «No es malo aspirar al éxito. Creo que el problema está en anhelarlo de forma desmesurada y no tener claro los principios de cada uno».
La idolatría del éxito profesional puede llevarte a:
• Claudicar en cuestiones éticas. Por ejemplo, como quieres agradar a tu jefe y llegar a un mejor puesto, no te importará tanto mentir en la declaración de la renta.
• Desviarte hacia metas poco dignas. Ya no quieres triunfar para glorificar a Dios, sino para conseguir prestigio, poder o dinero: «Tan pronto como empezamos a hacer las cosas para nosotros o para quedar bien ante los demás, empezamos a alejarnos del plan que Dios ha diseñado para nuestro trabajo», dice Brenda.
• Permitir que el trabajo te absorba hasta poner en peligro tu relación con Dios y su Iglesia. Es un peligro que reconoce Eileen Barrientos, misionera en México D.F.: podemos «“hacer a un lado” a Dios, ya que cuando se gana status, dinero y materialismo, la persona se olvida de Dios». Pero no siempre tiene que ser así: Lidia, en el libro de Hechos, supo compaginar el éxito de su negocio (la venta de púrpura, una de las telas más costosas de la época) con la búsqueda de Dios — no faltaba a la reunión de oración y servía con empeño a los creyentes.
• Ignorar las necesidades de tu familia. Marta Arenzana entiende lo que es tener éxito. Entró en el mundo laboral a los 16 años como secretaria y salió de él como encargada del departamento de operaciones de una empresa naval multinacional a los 50 años. Pero también pudo apreciar las necesidades de su familia, porque el éxito profesional no era la finalidad de su vida. Hizo un paréntesis de 10 años para criar a sus hijos: «Yo no querría tener la imagen de una madre cristiana empleada fuera del hogar, admirada por sus jefes y compañeros, pero cuyos hijos, criados por manos cariñosas pero ajenas, no siguen al Señor y son personas taradas emocionalmente, problemáticas en la familia, la iglesia y esa sociedad que admira a su madre…», dice.
¿Cómo llegar?
Después de entender la gloria y el peligro del éxito profesional, hay que avanzar hacia el triunfo laboral. Los recursos no faltan, pero deben seguir a nuestros principios cristianos. A continuación hay tres sugerencias para empezar:
• Dedica tu éxito profesional al Señor en oración. «Creo que es bueno pedirle al Señor que nos ayude a establecer las prioridades correctas en nuestra vida, y si las establecemos según su voluntad, nos ayudará a desempeñar todas ellas con éxito», dice Ana Isabel.
• Conócete a ti misma. «Tenemos éxito profesional en la medida en la que sepamos gestionarnos a nosotros mismos. Autovalorémonos», recomienda Reyes. Peter F. Drucker nos da unos pasos prácticos en un artículo en Harvard Business Review («Managing Oneself»): 1. concéntrate en tus puntos fuertes; 2. dedícate a mejorar esos puntos fuertes; 3. remedia los malos hábitos que inhiben tu rendimiento.
• Conoce a los que trabajan contigo. Esto es especialmente importante para el líder que busca el éxito profesional: «Siempre ha sido importante el factor humano, pero creo que nunca como ahora —dice Reyes—. El nuevo líder es alguien que además de tener visión, y de saber guiar a las personas hacia una meta determinada, se comunica adecuadamente; sabe motivar y potenciar a las personas». Tanto si diriges a otros como si no, conocer bien los puntos fuertes y el modo de trabajar de tus compañeros te ayuda a saber cómo trabajar eficazmente.
Son tres recomendaciones sencillas pero prácticas. Teniendo en mente la importancia y los riesgos del éxito profesional, empieza a orar por el tema, valórate y compagina tu trabajo con los que te rodean… y la palabra «éxito» te resultará tan familiar que tomarás café con ella todos los días.