LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Una relación revolucionaria

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Este mundo necesita menos influencers y más influidos por Dios

¡Cuánto necesita este mundo nuestro de gente que sea de bendición! Cuando observo mi barrio, mi ciudad, mi entorno más cercano, soy consciente de lo mucho que se necesita gente que sea un canal limpio de la bendición del Cielo, gente que tenga una relación tan íntima e intensa con Dios que “derrame luz” al pasar. Este mundo necesita menos influencers y más influidos por Dios.

Me acuerdo de la imagen de Moisés al bajar de la montaña donde había estado oyendo a Dios, cómo tenía que cubrir la luz que desprendía su rostro debido a la presencia cercana de Dios. Porque estar en la presencia de Dios, tener comunión íntima con Él, deja huella profunda en el ser humano; una huella que los demás podrán percibir. Esa es la manera de ser de bendición para el mundo: Pasar tiempo de calidad con Dios, establecer una amistad verdadera con Él, conocerle y ser conocidos por Él.

A veces no encontramos el tiempo para hacerlo; estamos llenos de actividades y ocupaciones. Pero, seamos realistas, si realmente amamos a Dios con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas, nada ni nadie podrá impedir que conocerle a Él sea nuestro principal deseo, y lo haremos a toda costa; como cuando nos enamoramos…

Hace poco leía un libro[1] con indicaciones muy prácticas para tener un tiempo devocional significativo que produzca cambios, que influya en la vida de manera determinante, y me gustaría compartir estas ideas contigo.

  1. Silencio – Al comenzar este tiempo personal con Dios, busca unos minutos de silencio y de observar lo que pasa por tu mente, y escríbelo: preocupaciones, responsabilidades, pensamientos, pecados…
    Si está en tu cabeza, es que es importante para ti. Cuando lo escribes, lo más seguro es que deje de molestarte. La dificultad es que no estamos muy acostumbrados al silencio (incluso de pantallas y dispositivos) y puede ser difícil de conseguir, incluso incómodo, pero hemos de buscarlo disciplinadamente.
  2. Habla con Dios – Observa lo que has escrito en esos minutos y háblale a Dios de esas cosas. Habla con Él como el amigo que es, pídele que te muestre si debes hacer algo respecto a ellas y déjalas en Sus manos.
    Pídele también que te hable en Su Palabra, que te permita oír lo que tiene que decirte personalmente a ti; como dijo Samuel cuando Dios le llamaba: “Habla, que tu siervo oye”.
  3. Profundiza en el texto bíblico – Aunque es una buena idea hacer una lectura de toda la Biblia de manera cíclica, por ejemplo, en un año o dos años, es importante profundizar en pasajes cortos estudiando a conciencia para entender mejor el contenido del texto. Es una buena idea usar diferentes métodos de estudio bíblico para que no te acostumbres y deje de ser algo fresco y revitalizante para ti. Seguro que en internet puedes encontrar diferentes ideas de métodos que, en este artículo, por su extensión, no podemos explicar.
  4. Pregunta a Dios: ¿Qué quieres decirme a mí? – Es la transición entre lo que Dios quiere decirle al mundo y lo que quiere decirme a mí personalmente. A esto lo llamamos “APLICACIÓN”, y sin aplicación difícilmente habrá crecimiento. Deja que sea el Señor el que te indique la aplicación, no fuerces el texto.
  5. Escribe lo que obtienes – Escribe lo que el Señor te ha mostrado y también tu propia respuesta, escribe cómo crees que podrás poner en práctica aquello que el Señor te ha dicho en la jornada que comienza. Trata de ser lo más concreto posible sin “espiritualizar” las cosas de manera que dejes de ver cómo lo aprendido te afectará en el trabajo, en la escuela, en la familia, con los amigos… Usa expresiones de acción y compromiso como: “Voy a…”, en lugar de expresiones menos activas y más teóricas como: “Debo…” o “tengo que…”
  6. Habla con Dios – Vuelve a la oración para comentar con Dios sobre lo que has aprendido y la manera de ponerlo en práctica en las próximas horas.
  7. Hazlo – No dejes que lo que has escrito sean palabras que se las lleve el viento. Si el Señor te ha mostrado algo que hacer, que dejar de hacer, que decir, que no decir… actúa en consecuencia. No seas como el que se mira en el espejo y luego se olvida de su aspecto, como nos dice Santiago.
  8. Sigue hablando con Dios del tema – No permitas que la vorágine del día a día quite de tu cabeza lo que has aprendido; como los pájaros de la parábola que se llevan la semilla, sigue rumiando lo que Dios te ha dado. Busca tus propias y creativas estrategias para que la Palabra de Dios “habite en abundancia en ti”, y nada la quite de tu cabeza y corazón.
  9. Haz un repaso nocturno – Al acostarte, antes de dormir, haz un pequeño repaso del día y observa cómo han ido tus propósitos matutinos, y vuelve a hablar con Dios de ello.

Sí, son bastantes cosas; sí, puede llevar bastante tiempo, pero ¿hay algo que realmente merezca la pena que sea instantáneo? Si queremos que la influencia de Dios sea determinante en nuestras vidas y de bendición para los que nos rodean, tenemos que hacer de ello una prioridad. Será así, o no será de ninguna manera. ¡Ánimo! ¿Hay algo más maravilloso que contemplar al Rey de reyes y ser contemplados por Él?


[1] G. DAVIS. 40 días (Ed. Andamio, 2014)

Trini Bernal