LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Música y letra: Dilo a Cristo “cuando estés cansado y abatido…”

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El mejor consejo que nos puede acompañar diariamente

El otro día me reencontré con este antiguo himno, y ya han surgido un montón de ocasiones para poner en práctica su consejo. El “dilo a Cristo” retumba en mi cabeza, independientemente de lo que dice el resto de la canción.

Meditando en este himno, que parece muy sencillo y su música algo machacona, pronto se muestra como de calado mucho más profundo del que se percibe al principio. El “dilo a Cristo” es el mejor consejo que nos puede acompañar diariamente.

1.- Cuando estés cansado y abatido,
¡dilo a Cristo, dilo a Cristo!
Si te sientes débil, confundido,
¡dilo a Cristo, el Señor!
Dilo a Cristo, dilo a Cristo,
Él es tu amigo más fiel;
no hay otro amigo como Cristo,
dilo tan sólo a Él.

2.- Cuando estés de tentación cercado,
¡mira a Cristo, mira a Cristo!
Cuando rujan huestes de pecado,
¡mira a Cristo, el Señor!
Mira a Cristo, mira a Cristo,
Él es tu amigo más fiel;
no hay otro amigo como Cristo,
dilo tan sólo a Él.

3.- Cuando llegue la final jornada,
¡fía en Cristo, fía en Cristo!
Te dará al cielo franca entrada,
¡fía en Cristo, el Señor!
Fía en Cristo, fía en Cristo,
Él es tu amigo más fiel;
no hay otro amigo como Cristo,
dilo tan sólo a Él.


Autor letra y música: Edmund S. Lorenz 1876
Traductor al inglés: Jeremiah E. Rankin 1888
Traductor al castellano: Edgar L. Maxwell

Si a lo largo del día nos alcanza una posible agresión verbal y, en vez de saltar como gatos, llega un susurro a nuestra mente: “no respondas, dilo a Cristo”, ¡hemos vencido! Si ante una injusticia manifiesta a la que podemos responder con ira o con inquietud, el “mira a Cristo” es la voz que nos aquieta al recordarnos que Él lo sufrió todo porque es el Príncipe de Paz… Si vemos que no podemos hacer nada ante una situación adversa de salud, desajustes familiares, trabajo…, el “fía en Cristo” es lo que nos permite descansar. Y esto es porque no confiamos en cualquiera; confiamos nada menos que en Cristo, quien se compadece de cada una de las situaciones adversas y las transforma de dos maneras: o bien solucionando el conflicto, o bien dándonos fuerzas para atravesar ese “fuego” sin quemarnos.

El himno empieza con un “cuando te sientas cansado y abatido”, emoción muy frecuente en nuestras vidas, porque la vida cansa en múltiples ocasiones, y abate el alma. Pero el “dilo a Cristo que es nuestro amigo más fiel” trae fuerza y ayuda, porque como se afirma en Isaías 40:29-31: “Él da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas del que no tiene ningunas (…) los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas…”.

Cuántas veces nos sentimos débiles y confundidos ante múltiples situaciones, bien sean familiares, laborales, eclesiales, etc., las cuales no sabemos solucionar o no tenemos fuerzas para intentarlo. Hay muchas cosas que no entendemos, que nos desconciertan, pero el “dilo a Cristo que es el Señor” nos hace alcanzar paz y tener fuerza para afrontar el problema.

La segunda estrofa nos recuerda la situación frecuente de estar cercado de tentaciones y a punto de caer en ellas, lo que supondría la consumación del pecado que produce muerte espiritual (Santiago 1:15). Pero “mira a Cristo”, Él fue tentado en todo (Hebreos 4:15) pero no cayó en el pecado. Dirás: ¡Sí, pero Él era Dios y podía vencer! ¡Cierto! Pero recuerda que Jesús, aún siendo Dios se despojó y tomó forma de siervo, hecho semejante a los hombres (Filipenses 2:6-11); Jesús se humilló y se sometió a las limitaciones humanas. Por eso el poeta nos anima a mirar su ejemplo y recordar que es nuestro amigo más fiel.

Y finalmente, cuando llegue nuestro último tiempo, cuando nos tengamos que presentar ante el Juez Supremo, la canción nos anima a fiar, a confiar en Cristo, quien nos permitirá entrar en Su presencia gracias a la preciosa Gracia de Dios, quien pagó en Cristo un precio muy alto para que nuestros pecados fueran limpiados.

No hay otro amigo como Cristo. ¿Ha muerto por ti algún otro amigo? ¿Te ha perdonado ese amigo todos tus fallos y no se vuelve a acordar de ellos? ¿Está siempre dispuesto, a cualquier hora, a atenderte, sin cansarse? Pues Cristo es ese amigo que perdona y se olvida de tus pecados pasados, que está dispuesto a escuchar nuestras lamentaciones y peticiones en cualquier lugar y momento y que, en definitiva, puso su vida para rescatarnos de la muerte eterna.

El autor de este himno fue Edmund Simon Lorenz quien nació en Ohio (EE.UU.) en 1854 y falleció en 1942. Él pertenecía a una familia inmigrante; unas fuentes dicen simplemente que eran alemanes y otras que procedían de la zona rusa de Saratow (al S.E. de Moscú). Es fácil que ambas sean ciertas y esta familia antes de emigrar a Ohio (EEUU) pasara por Alemania. El caso es que E.S Lorentz conocía el alemán y compuso algunos himnos en este idioma.

La familia era adventista, y como resultado, Edmund y sus hermanos fueron enseñados en el temor reverente a Dios. Asistió a la Universidad de Otterbein (Ohio) y al Seminario de la Unión Bíblica, formándose como pastor. También pasó una estancia en la Universidad de Leipzig (Alemania).

A lo largo de su vida editó numerosos libros de coros. Fue fundador de varias revistas para coros, para solistas masculinos y femeninos, de música para órgano y de cantatas e, incluso, editó una revista en alemán. Todo su trabajo musical estuvo dedicado a la música Gospel.

Este himno, uno de los más conocidos en castellano, fue escrito en 1876 en alemán, bajo el título: “¡Sage es Jesu! ¡Sage es Jesu! (Dile a Jesús, dile a Jesús). Así mismo compuso la música.

En 1888 fue traducido al inglés por Jeremiah E. Rankin, quien fue un notable abolicionista y rector de una universidad en Washington. Este trabajo de traducción se ha prestado a que, en ocasiones, se le atribuya la autoría de este himno.

La traducción al español fue realizada por Edgar L. Maxwell, nacido en Kansas. Su fuerte compromiso religioso, adquirido en su infancia, le llevó a ser ministro adventista y misionero en Hispanoamérica, y posteriormente juez de paz muy apreciado.

Te animo a que cuando te encuentres abatido, desilusionado, sin fuerzas, desesperanzado, cuando creas que no hay solución al problema al que te enfrentas, sea de la índole que sea, corras sin demora a decírselo a Cristo. ¿Por qué? Porque Él es, y siempre será, nuestro amigo más fiel.

Mª Luisa Villegas Cuadros